PostHeaderIcon Antes de las cruzadas

Es en el siglo undécimo, cuando Europa se lanzó la Primera Cruzada, caballeros y campesinos luchaban tanto para dar alimento espiritual como físico, pues la vida durante este periodo fue muy difícil, el hambre llego hasta el punto de producir casos de canibalismo, y el cronista borgoñón Radulfo Glaber cuenta:“La gente comía carne humana. Los caminantes y viajeros eran atacados por los más fuertes, que los partían en pedazos y los comían, después de haberlos asado”.
Por otra parte La Iglesia era, por aquel tiempo, dueña del tercio de las tierras agrícolas de toda la Europa feudal, y sus monjes eran sus administradores, pues al imponérseles una soltería permanente, no podían tener hijos, y por ende no tendrían que ceder bienes como parte de la herencia, la Iglesia fue muy avara, y quería extenderse hacia Oriente, pero esperaba el momento propicio, que aprovecho el Papa Urbano II cuando hizo el llamado a la Primera Cruzada (1095) pidiendo a los cristianos que rescataran el Santo Sepulcro, que se encontraba en manos de los musulmanes desde el año 637.
Este llamado fue en el momento propicio, no únicamente por ser una oportunidad de tomar sitios sagrados, ni porque se abriría nuevamente el mercado en el Mediterráneo, sino porque esto elevaría la religiosidad de toda Europa, y bajaría la guardia de aquello grupos que se estaban revelando contra el poder de la Iglesia, grupos que se habían creado con el fin de lograr un poco más de justicia, pues para aquel tiempo se ejecutaban los juicios de Ordalía, y entre sus aberraciones se encontraba que para un miembro de la plebe, ser llevado ante un juez constituía una terrible experiencia:
“El juicio por fuego era uno de los más usados, pues el acusado debía sostener un lingote de hierro al rojo en una mano durante el tiempo que tardara en ascender tres escalones. Pasados tres días se le examinaba la herida. Si tendía a cicatrizar, era considerado inocente y dejado en libertad de inmediato. De lo contrario, se le condenaba a muerte.”
En cambio un conflicto entre dos nobles se resolvía mediante una pelea:
“Se concertaba un duelo —el querellante comenzaba por arrojarle un guante al querellado— y ambos luchaban. El ganador de la justa obtenía o la absolución o el derecho sobre la vida del adversario, según fuera el caso.”
Estos procedimientos para administrar justicia, el de los siervos y el de los caballeros, se basaban en la creencia de que Dios inclinaría la balanza en favor del inocente.
También hay que recordar que para este tiempo no había una separación concreta entre ciencia y supersticiones, por ejemplo con frecuencia los médicos recetaban brebajes y entregaban amuletos a los enfermos, de quienes solía pensarse que tenían el diablo en el cuerpo y había que expulsarlo. Entre las supersticiones llegadas hasta nuestros días figura la creencia de que las herraduras traen suerte. La herradura se asimilaba a la luna creciente, símbolo de la buena fortuna.
Pero volviendo a las causas de las cruzadas, entre las más sobresalientes se encuentra la gran explosión demográfica, y al haber tantos habitantes las oportunidades eran pocas, además habían muchos impuestos, no solo el diezmo, sino al construir una catedral cercana la población tendrían que subsidiar la obra, y el espíritu bélico sobraba, ya que se entrenaban a los niños de los señores feudales desde los siete años y a los catorce ya era un escudero y finalmente se convertiría en un caballero.
La intolerancia hacia los peregrinos cristianos en tierra santa era tal que todos eran culpados de realizar un espionaje, y aparte el cristiano que quisiera ir a tierra santa tendría que sobrevivir a los piratas cuando pasara por el Mediterráneo, y si iba por caminos solitarios, muchos ladrones eran capaces de comerse literalmente a su víctima.

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