PostHeaderIcon Segunda Cruzada

Desde los primeros años del siglo XI funcionaba en Jerusalén el Hospital de San Juan Bautista encargado de dar acogida a los peregrinos pobres o enfermos, ahora asiendo un pequeño paréntesis, es hora de hablar de la orden templaría, pues estos albergues le dieron la idea a Hugo de Payns de organizar un cuerpo de caballeros encargados de la protección de los peregrinos en su ruta hacia la Ciudad Santa, y durante el reinado de Balduino II (1118-1131) se otorgó a estos caballeros alojamiento en las proximidades del Templo de Salomón, siendo conocidos con el nombre de “caballeros del Templo o templarios”, este fue el origen de las órdenes sagradas de caballería, que muy pronto se convirtieron en el elemento militar más importante del reino de Jerusalén, esta fue la primera orden establecida en esta región, dejándole el camino abierto a la creación de otras órdenes como la de los Caballeros del Hospital o Juanistas, también llamada Orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, más adelante, nacerían otras órdenes monásticas en Tierra Santa, la más importante de las cuales fue la de los Caballeros Teutónicos, creada para asistir a los peregrinos alemanes.
Volviendo a la historia medio siglo después los sarracenos comenzaron a arrebatar a los occidentales un territorio tras otro, hacia 1130 se habían hecho ya dueños de Hama y de Alepo, y el día de Navidad de 114 conquistaban Edesa y tuvo como consecuencia inmediata la predicación de la Segunda Cruzada por San Bernardo de Claraval, sin lugar a dudas el clérigo más influyente de su época.
En aquellos años acababa de ser elegido Papa Eugenio III, también monje de Claraval, pronto se vio que esta elección había sido acertada, pues el nuevo pontífice demostró gran celo y energía en el Gobierno de la Iglesia, no tardando en autorizar la Segunda Cruzada consciente del peligro que corrían los Estados cristianos del Oriente, así que encargo a San Bernardo, quien reunió un gran ejercito, para abrirse paso a oriente, pero todo fue un gran fracaso.
Los dos monarcas europeos participantes en la cruzada — Luis VII (rey de Francia) y Conrado III (monarca Alemán) — contaban con la alianza del emperador Manuel de Bizancio, lo que teóricamente les representaba un fuerte apoyo en Constantinopla, pero el emperador bizantino siguió una doble y hábil política:
Ayudar a los cruzados en su lucha contra los musulmanes, pero impedir que obtuvieran un triunfo completo pues le interesaba el desgaste de estas dos fuerzas, pues estimaba tan peligroso el robustecimiento de los Estados latinos en Oriente como el predominio mahometano.
Los alemanes fueron los primeros en llegar a Constantinopla en la primavera de 1147, su intención era esperar la llegada de los franceses, pero surgieron el emperador de Bizancio los empujo desguarnecidos, y casi sin víveres, al Asia Menor y fueron vencidos en su primer encuentro con los turcos y se batieron en retirada, aun así los musulmanes no cesaron de perseguirlos y sólo lograron salvarse un reducido grupo de tropas que se refugió en la ciudad de Nicea entretanto los refuerzos franceses llegaron, un soberbio ejército, que no tardo en ser casi completamente aniquilado por los sarracenos.
Sin embargo Luis y Conrado consiguieron transportar los restos de sus huestes hasta Tierra Santa, el primero por una ruta terrestre y el segundo por mar y se unieron a Balduino III, decidiendo poner sitio a Damasco, ocupada hasta entonces por Mujir ed-Din Abaq, el cual se las ingenió para sembrar disensiones entre los francos occidentales y los sirios, consiguiendo alejar a éstos del sitio mediante el soborno.
Así fue como la Segunda Cruzada, que se había iniciado con tan alentadoras esperanzas, terminó trágicamente con ese intento frustrado de apoderarse de Damasco. Los soberanos europeos, reunidos con menguados restos de sus otrora impresionantes ejércitos, se vieron obligados a iniciar el triste retorno a sus países.
Mientras tanto, Nur ed-Din reanudaba sus ataques y derrotaba a Raimundo de Antioquía, un año después conquistó los escasos distritos de Edesa que aún permanecían en poder de los cristianos y cinco años más tarde se adueñaba de todos los puntos claves de Siria.
Le acompañaba un muchacho de 16 años llamado Saladino, seria el héroe de las próximas y decisivas batallas entre cristianos y musulmanes y encuanto a Bernardo de Claraval se le acusó de “no haber sabido interpretar los designios de Dios”, el replicó que “una empresa inspirada por Dios puede fracasar si es malo el instrumento que lo realiza”, para él, los cruzados debieron su desastre únicamente a su incredulidad y falta de fe, el monje continuó predicando la cruzada hasta 1153, año en que falleció profundamente decepcionado de no asistir al triunfo de la cristiandad sobre el Islam.

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