PostHeaderIcon Séptima Cruzada

El Concilio de Lyon, en 1245, resolvió organizar una nueva cruzada de acuerdo con los deseos de Inocencio IV, pero otra vez Federico II, denominado “el sultán de Sicilia”, era blanco de la ira papal, y los que habían prometido luchar por el Santo Sepulcro fueron obligados a participar en la guerra contra el emperador, a pesar del fracaso inicial, Inocencio IV consiguió organizar en 1248 la Séptima Cruzada (1248-1254), con la participación de un número limitado de caballeros, principalmente franceses y algunos ingleses, los franceses ingresaron influidos por el rey Luis IX quien prometió hacerse cruzado si sanaba de una grave enfermedad que padecía, habiendo recuperado la salud, se dispuso a cumplir su voto ataviado con modestas vestimentas de peregrino, y su ejemplo fue seguido por sus hermanos, Luis IX encabezó la cruzada esperando tener grandes beneficios para su reino en el caso de alcanzar el éxito, y como la Iglesia Católica canonizó posteriormente al monarca, la Sétima Cruzada recibe también el nombre de Primera Cruzada de San Luis Rey de Francia, el rey se embarcó en el puerto de Aguas Muertas, junto con 40 mil hombres y 2800 caballos, tomando el rumbo de la Quinta Cruzada, resolvió asestar el golpe a los musulmanes en Egipto.
El invierno de 1248 lo pasaron en la isla de Chipre, pero estalló la peste y numerosos cruzados perecieron, otros se volvieron a sus casa y los demás quedaron en la miseria, Federico II, prometía tomar la cruz a cambio de que se le absolviese pero fue rechazado por el Pontífice, Luis IX, estando en la isla de Chipre, entabló negociaciones con los mongoles-tártaros, a fin de que dirigieran sus fuerzas contra los sarracenos, siguiendo el ejemplo del cardenal Pelagio, en 1220, cuando buscó con urgencia aliados y a comienzos de junio de 1249 algunos miles de caballeros desembarcaron en la boca del Nilo próxima a Damieta, que sus habitantes cedieron casi sin combatir.
Sitiaron la ciudad de Mansura, los musulmanes se defendieron tenazmente, tres torres de asalto construidas por los cruzados fueron destruidas por el fuego de los adversarios, el sultán de Egipto propuso la paz, prometiendo entregar a los cruzados el reino de Jerusalén, pero no accedió a ello Luis IX, aconsejado por sus hermanos. Finalmente, en los primeros días de febrero de 1250, pudieron irrumpir en Mansura, no obstante, los musulmanes encerraron rápidamente a los invasores dentro de la misma ciudad, y aquellos caballeros que no habían alcanzado a penetrar en la fortaleza fueron aniquilados.
Varios centenares de guerreros murieron, el triunfo resultó desastroso para los cruzados, pues sus fuerzas quedaron debilitadas, a fines de febrero los egipcios hundieron la flota cruzada frente a Mansura y separaron a los caballeros bloqueados en esta ciudad de sus compañeros de Damieta, base de abastecimientos.
Así que emprendieron la retirada por mar y tierra de Mansura, siempre hostigados por sus adversarios, una gran cantidad de caballeros y escuderos cayó prisionera, entre ellos el mismo Luis IX y sus dos hermanos, en su cautiverio mostraron serenidad y resignación, la libertad la logró el sultán Malek-Mohadan II mediante la entrega de Damieta más un millón de besantes de oro, pacto que fue respetado por el jefe de los mamelucos que ocupó el trono de Egipto después de haber sido asesinado el sultán, a pesar de los consejos de regresar a la patria, formulados por la mayoría de los nobles, Luis IX resolvió continuar la cruzada utilizando todos los medios posibles, los restos de las fuerzas cruzadas se habían concentrado en Acre, donde esperaron inútilmente refuerzos desde Francia, pero no lo lograron, por cuatro años, el monarca estuvo en Palestina, rescatando esclavos cristianos, fortificando las plazas que le quedaban y pacificando a los cruzados, pero al encontrar una recepción hostil de parte de los francos de Siria y habiendo recibido la noticia de la muerte de su madre, el rey abandonó Acre en la primavera de 1254 y regresó a Francia, dejando una reducida tropa en el Oriente.

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